¿Habéis visto alguna vez esos programas de televisión sobre reformas que tan de moda están ahora? Suelen estar rodados en Estados Unidos o Canadá. Me llaman la atención por los tremendos casoplones que gastan. Pero es que la vida en esos países se rige por cuestiones diferentes a lo que sucede en España, por ejemplo, entre otras cosas, porque el urbanismo es muy diferente.

Otra cosa que me llama la atención es que mucha gente trabaja en casa y necesita un despacho en la reforma en cuestión. Y esto sí que me resulta más cercano. Yo llevaba años detrás de un despacho para trabajar, pero hasta hace poco me tuve que conformar con trabajar donde podía: la cocina, el dormitorio, etc.

En nuestra nueva casa, por fin, he conseguido un espacio propio para laborar. ¿Soy feliz, por fin? Nada más lejos. Creo que me he obsesionado tanto con el despacho a lo largo de estos años que llevo varios meses cambiando cosas en el despacho y todavía no termino de quedarme a gusto. Mi última obsesión es instalar un sofa descanso… “como si fuésemos, millonarios”, dice, y con razón, mi mujer.

Pero es que un sofá creo que sería la guinda del pastel… un pastel que, por otro lado, no me está saliendo muy sabroso. Por un lado soy bastante lento para decidirme. Tan lento que en las primeras semanas trabajé encima de una caja de cartón porque no me decidía por la mesa. Fui un montón de veces a varias tiendas de muebles hasta que logré dar con la mesa definitiva. Por cierto, entre la caja de cartón y la mesa definitiva, hubo una mesa intermedia: una mesa de jardín…

Después me tocó mirar diferentes revistas de diseño y decoración para ver cómo podía organizar el despacho tanto a nivel de espacio como decorativo. Y meses más tarde sigo sin tenerlo claro. Todavía ayer cambié la posición del ordenador y de la lámpara para ver si estoy más cómodo. Y estoy dejando hueco para ese sofa descanso que mi mujer se niega a comprar. Bueno, tal vez dentro de un año logre que mi despacho esté terminado.