Cuando era niña, una de mis mayores alegrías era visitar la granja de mi abuelo en Ourense. Era como adentrarse en un mundo mágico lleno de animales fascinantes. Cada visita era una aventura, especialmente cuando íbamos a comprar el pienso para alimentar a todos nuestros amigos de la granja.   Nuestra lista de animales era interminable. Teníamos gallinas cacareando por todos lados, pavos majestuosos mostrando sus plumajes y patos nadando alegremente en el estanque. Pero eso no era todo, también teníamos ovejas mimosas, cabras saltarinas y cerdos juguetones. Y no puedo olvidar a nuestras queridas vacas, que siempre nos brindaban […]