Vivir en Sanxenxo, con su encanto costero y su aire fresco del Atlántico, siempre me ha inspirado a mantener mi hogar tan bello como el entorno que lo rodea. Recientemente, decidí modernizar los suelos de mi casa y me decanté por la tarima flotante. No puedo dejar de compartir lo maravillosa que ha sido esta experiencia y cómo ha transformado cada rincón de mi hogar, aportando una nueva dosis de elegancia y practicidad.

La elección de la tarima flotante Sanxenxo no fue difícil. Desde el principio, sabía que quería un suelo que no solo fuera estéticamente agradable, sino también duradero y fácil de mantener. La tarima flotante cumplía con todos esos requisitos y más. Su capacidad para imitar a la perfección diferentes tipos de madera sin los inconvenientes de esta, como el desgaste o la necesidad de tratamientos constantes, la hizo ideal para mí. Además, la variedad de acabados y colores disponibles me permitió encontrar exactamente lo que buscaba para cada habitación.

La instalación de la tarima flotante fue un proceso fascinante. Comenzamos por seleccionar el tipo de tarima que mejor se adaptara al estilo de mi hogar. Opté por un tono roble claro que complementa perfectamente la luz natural que inunda mi casa. A diferencia de otros tipos de suelos, la tarima flotante es bastante amigable en cuanto a instalación se refiere, incluso para principiantes como yo. La clave está en el sistema de clic, que permite unir las piezas de manera sencilla y segura sin necesidad de adhesivos ni clavos.

Preparar el suelo antes de instalar la tarima fue una parte crucial del proceso. Me aseguré de que la superficie estuviera nivelada y libre de suciedad o residuos. También coloqué una capa de espuma aislante, que no solo proporciona una base suave y uniforme, sino que también ayuda a amortiguar el ruido y mejorar el confort al caminar. Una vez todo estuvo listo, el ensamblaje comenzó. Fue sorprendente ver cómo, pieza tras pieza, el suelo iba tomando forma y transformando el ambiente de la habitación.

Uno de los aspectos que más me impresionó de la tarima flotante es su durabilidad. Con el paso del tiempo, he notado que resiste muy bien el uso diario, sin mostrar signos de desgaste prematuro. Esto es especialmente importante en una casa con niños y mascotas, donde los accidentes están a la orden del día. La tarima flotante es resistente a arañazos y manchas, lo que la convierte en una opción perfecta para cualquier hogar activo. Además, su mantenimiento es sencillo: una pasada rápida con la aspiradora y una limpieza ocasional con un paño húmedo son suficientes para mantenerla impecable.

El impacto visual de la tarima flotante en cada habitación ha sido notable. La sensación de calidez y elegancia que aporta es incomparable. No solo mejora la apariencia de los espacios, sino que también crea una sensación de cohesión y fluidez en toda la casa. Los visitantes siempre comentan lo hermoso y acogedor que se ve todo, lo que me hace sentir aún más satisfecho con mi elección. 

Otro beneficio que he descubierto es cómo la tarima flotante puede influir en la eficiencia energética de la casa. Al ser un buen aislante térmico, ayuda a mantener una temperatura más constante, reduciendo así la necesidad de calefacción en invierno y aire acondicionado en verano. Esto no solo es bueno para el medio ambiente, sino que también se traduce en facturas de energía más bajas, un detalle que ningún propietario despreciaría.

Vivir en Sanxenxo significa estar siempre rodeado de belleza natural y paisajes impresionantes, y quería que mi hogar refleje esa misma estética. La tarima flotante ha sido una solución excelente para conseguirlo. Cada vez que entro en mi casa y siento la suavidad del suelo bajo mis pies, sé que tomé la decisión correcta. Es una inversión que ha valido cada céntimo y que recomiendo a cualquiera que quiera mejorar su hogar con estilo y funcionalidad.