“La del 4D no aplaude a las ocho”. Durante la cuarentena se hizo viral un cartel que pegó una vecina en un portal acusando a otra de no cumplir con el ritual de los aplausos. En mi edificio no hemos llegado a tanto, pero sí he percibido comportamientos muy peculiares. Y es que una de las cosas que esos comités de expertos que asesoran a los gobiernos no están teniendo muy en cuenta es el del daño psicológico a largo plazo que puede provocar toda esta situación entre la población. O dicho de otra manera: yo veo a la gente muy loca, bastante más de lo normal.

Uno de los vecinos de mi urbanización asumió el papel de DJ de las ocho de la tarde. Después de los aplausos empezó a poner canciones. Algunos le vitoreaban, así que se vino arriba y lo convirtió en una liturgia. Mientras tanto, yo, como si fuera James Stewart en La ventana indiscreta, mirando detrás de mis cortinas dia y noche al tipo de el segundo B portal 9. 

Y es que las cortinas se han transformado en un importante elemento de nuestro hogar. Con todo el mundo en casa sin saber a dónde mirar, los ojos de la mayoría de los vecinos buscaban las ventanas de los demás. ¿Y qué buscamos? Supongo que unos echan de menos hablar cara a cara y otros tienen curiosidad por ver cómo están viviendo los demás este periodo tan extraño.

Hasta hace no mucho tiempo yo no tenía cortinas en el salón porque tampoco me preocupaba que miraran. Pero eso fue antes de tener a los vecinos 24 al día en casa y dos de ellas asomados a las ventanas. Por suerte, poco antes habíamos encargado unas cortinas día y noche porque mi mujer estaba cansada de tener todo abierto de par en par: que buen ojo tuvo…

Mientras tanto el Dj sigue a lo suyo. Da igual que la gente ya haya empezado a salir de casa y que cada vez tenga menos público: él es el DJ residente de la urba y seguirá con sus puntuales sesiones. A las 8 en el patio.