Cambiar de supermercado 

Nunca me ha gustado cambiar de método. Si algo funciona, es mejor no tocarlo, dice la ley no escrita. Pero con el paso de los años me ha dado cuenta de mi conservadurismo. Y es que una cosa es estar cambiando cada día, y otra obcecarse con hacer las cosas siempre igual. Se puede decir que soy demasiado fiel con todo. Y tampoco hay que pasarse, ¿no?

Desde hace años, era fiel a un supermercado. En la zona en la que vivo hay unos cuatro supermercados pegados unos a otros. Me quedan a unos 10 minutos andando y a mí me gusta andar. Pero el súper al que yo voy es el que más lejos está. Son como tres minutos más, pero se nota cuando vas una o dos veces a la semana durante años. Pero yo soy fiel… hasta que me canso.

En este súper estoy acostumbrado a todo, tanto a sus productos como a la posición en la que están. Podría encontrar casi con los ojos cerrados el yogur desnatado sin lactosa o el aceite. Me gusta porque tiene los pasillos amplios, por la variedad de fruta… y porque suele haber menos gente que en los demás, precisamente porque es el que más lejos queda de la calle principal de esa zona del barrio.

Pero un día iba con mucha prisa y decidí ir a comprar a otro de los establecimientos para ahorrar tiempo. Hacía mucho que no entraba y pese a que había mucha más gente, cosa que no me gusta nada, no me sentí incómodo. Al contrario: sentí una especie de liberación por cambiar, por descubrir algo diferente, por ver productos nuevos y por tener que buscar mi yogur desnatado sin lactosa en otro pasillo. 

A la semana siguiente opté por volver al súper nuevo, pero esta vez a hacer la compra semanal. Mi objetivo esta vez no eran tanto las sensaciones sino comparar los precios de un súper y otro. Cuando llegué a casa y puse dos tickets juntos para comparar los precios, me dije: “entonces por eso en mi súper siempre hay menos gente… además de porque está un poco más lejos”. Y así es como me ‘divorcié’ de mi súper de siempre.

Written by paco in Alimentación

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