Me levanto los lunes exhausto. Duermo unas seis horas al día, a veces menos. Debería echarme antes pero por razones que no vienen al caso me resulta imposible acostarme antes. Y en la oficina tengo que estar a la hora que tengo que estar, así que es lo que hay. Pero cuando llevas varios años durmiendo una hora o dos menos de lo que deberías el cuerpo (y la mente) se empieza a resentir. Todas las semanas me duele algo y ya no sé qué pensar.

La lógica dice que tengo síntomas de agotamiento y que de ahí derivarán los problemas. Me suele doler la cabeza, tampoco demasiado, pero es un dolor continuo y molesto. La espalda es un clásico a medida que pasan las horas del día, pero lo que más me agobia es el dolor de estómago, las digestiones difíciles. Empecé con este problema hace unos dos años. Al principio me dolía un par de veces al mes, pero desde hace tiempo no hay semana en que no tenga problemas de estómago.

En ocasiones me animo y lo dejo pasar: al fin y al cabo, es una de las dolencias más habituales en el mundo. ¿A quién no le duele de vez en cuando el estómago? Pero claro, lo mío no es “de vez en cuando”. Y entonces, en mis días malos, me empiezo a agobiar mucho. Leo que el dolor abdominal y la indigestión es síntoma del carcinoma de estomago. Y todo me empieza a doler más del agobio.

Tal vez necesite unas vacaciones. Pero ya hace tiempo que no me relajo ni en vacaciones. Porque no trabajar exige un esfuerzo que no todo el mundo está dispuesto a hacer. Cuando no trabajas tienes que hacer el esfuerzo de no pensar en ello y mi cerebro está demasiado acostumbrado a trabajar…

Voy a ir al médico por lo del dolor abdominal. Espero que descartemos rápido lo de carcinoma de estomago y me pueda quedar un poco más tranquilo. Pero, sobre todo, lo que tengo que hacer es cambiar un poco de vida, acabar con este estrés absurdo: en definitiva, de mi trabajo tampoco depende el equilibrio del universo y si trabajo un poco menos no creo que el mundo deje de girar…